domingo, 10 de abril de 2011

AUTOBIOGRAFÍA

Autobiografía

“Todo gira y gira”, como dice Fito Páez, y así pienso que ha ocurrido todo en mi vida; se ha formado de puntos que se vuelven a encontrar, pero no como círculos sueltos, sino como un caracol, ya que nadie se baña dos veces en el mismo río.


Mi madre, una morena que amaba los libros así como el color rojo en sus labios y uñas, tenía un carácter cálido y afable hacia la humanidad y, en general, hacia casi todo y en ese espíritu entre revolucionario y altruista fue que coincidió con mi papá; una entrega a la humanidad un poco cursi para mi gusto. Ellos se conocieron en clase, en medio de libros de filosofía, sociología, historia, etc.




Carlos Alberto Sotomonte era un hombre que deseaba poder hacer un mundo feliz; el profesor de la UCC y estudiante de medicina de la UIS coincidió en el mismo espacio físico – temporal con mi madre; ella era una de sus alumnas más interesadas y cabe decir que no solamente la movía hacia él la pasión por el conocimiento, sino también la pasión por sus labios, pelo y en fin no quiero seguir describiendo porque no los quiero sonrojar a ustedes queridos lectores, ni es muy agradable para mí como su hija pensar en eso. Mejor dicho a lo que quiero llegar es que tanto mi madre como el que me dicen que es mi padre amaban los libros y todo lo que se pudiera dar en torno a ellos, y es que esa pasión es contagiosa, porque preferí muchas veces quedarme con la lectura de cuentos de mi madre e inventar historias en mi cabeza que salir al mundo que me aterrorizaba.


En el colegio fue agradable y fácil aprender a leer porque ya traía ese hábito de mi casa, pero el escribir no fue satisfactorio porque mi letra era como gaviotas volando; como decía mi madre, es una letra sólo para mí.


Lo libros en mi infancia fueron una buena compañía; me encantaban los textos de medicina de mi padre con todas las imágenes de cráneos, músculos, sistema digestivo, etc. Luego vino “Del amor y otros demonios”, “Cien años de soledad”, “Doce cuentos peregrinos”, “Mujercitas” y muchos otros, entre los cuales estaban los que ponen a leer a todo el mundo en el colegio.


Con el pasar de los años el gusto por la lectura se desplazó un poco por el teatro y digo que no del todo porque los guiones que ensayábamos exigían leer otro tipo de cosas para complementar el perfil de un personaje, conocer la historia del lugar en el que se encontraban o cualquier otra ayudita extra que puede ofrecer solamente un buen libro. Está pasión por el teatro me llevó a estudiar Medios Audiovisuales y luego Licenciatura en español y literatura y es que aunque parezca extraño para alguno de ustedes los rizomas que uno puede desarrollar en su mente son sorprendentes. Bueno y para finalizar esta historia solo interesante para mí, aunque faltan muchos datos que no quiero contar por respeto a mi hija, hablaba de que la vida tiene círculos porque esa pasión por la lectura de mi infancia volvió a mí con más fuerza, como decía mi viejo profesor de teatro: “El arte es como una venérea; aunque te quieras deshacer de ella, algún día regresará”.


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