El cuento de horror es muy antiguo, ya que, desde muy temprano, la
humanidad ha buscado dar respuesta a lo que no puede entender; estos hechos
inexplicables generan desconfianza o temor en las personas y gracias a la
capacidad del lenguaje, se han podido representar todos estos sentimientos
hacia lo desconocido; según Lovecraft: “La emoción más antigua y más intensa de
la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el
miedo a lo desconocido.” (Lovecraft, 2002, p.7). Esta idea la amplia un poco
más el magíster en literatura latinoamericana y del Caribe, José Antonio
Pulido, en su libro El horror: un motivo
literario en el cuento latinoamericano y del Caribe, publicado en 2004:
Y quizá dentro de una caverna oscura nace con el hombre
“primitivo” el primer sentimiento de miedo a la oscuridad, por ello el hombre
inventa el fuego, como respuesta. Luego el hombre danza alrededor de una fogata
para aplacar la ira de los dioses, en tal caso se gesta el temor a Dios,
aparece el sacerdote y con éste, el rito. Y, en esta magia ceremonial, empiezan
a nacer y cristalizar una serie de crónicas y textos sagrados muy arcaicos:
donde el horror entra por la puerta grande al mundo de las letras. El libro de los muertos va a recoger
esas primeras experiencias de temor de los hombres a la muerte y al más allá. O
La Odisea, donde en el canto XV se
describe el temor que se apodera de Ulises al pensar que Perséfone podría
enviarle desde el Hades la cabeza de la Gorgona. (Pulido, 2004, p. 232).
Ya en la Edad Media, por influencia religiosa, el temor
se hace más fuerte al corporizarlo a
través de brujas, demonios, hombres
lobos, vampiros, fantasmas y todos los seres espectrales y malignos en general.
Poco a poco se va configurando un horror más tácito, menos metafísico. En este
caso se habla, según Lovecraft, de un horror preternatural en la literatura, el
cual se diferencia de otro tipo de literaturas que también utilizan el temor,
pero de una manera diferente:
No debe confundirse este tipo de literatura de miedo con
otro extremadamente parecido pero muy distinto desde el punto de vista
psicológico: el de mero miedo físico y de los materialmente espantoso. Tal
género tiene su lugar a aparte, lo mismo que el relato convencional o incluso
el relato de fantasmas intrascendente y humorístico, en el que el formalismo o el guiño cómplice del autor eliminan el
auténtico sentido de los morbosamente antinatural; pero esto no es literatura
del miedo en sentido estricto. (Lovecraft, 2002, p.10)
Este horror preternatural tiene unas características que
permiten crear mayores sensaciones de temor ya que rompen con las leyes fijas
de la naturaleza:
El cuento verdaderamente preternatural tiene algo más que
los usuales asesinatos secretos, huesos ensangrentados o figuras amortajadas y
cargadas de chirriantes cadenas. Debe contener cierta atmósfera de intenso e
inexplicable pavor a fuerzas exteriores o desconocidas, y el asomo –expresado
con una seriedad y una sensación de presagio que se van convirtiendo en el
motivo principal- de una idea terrible para el cerebro humano: la de una
suspensión o transgresión maligna y
particular de esas leyes fijas de la naturaleza que son nuestra única
salvaguardia frente a los ataques del caos y de los demonios de los espacios
insondables. (Lovecraft, 2002, pp. 10-11).
Producto de la llegada de grandes autores a la
literatura, en 1930, el relato preternatural toma un nuevo rumbo; uno de los
escritores que más influye, en ese cambio, es Edgar Allan Poe, quien hace que
los personajes de sus cuentos sean más cercanos a la realidad: “Los espectros
de Poe adquieren de este modo una malignidad convincente que no posee ninguno
de sus predecesores, e instauran un nuevo modelo de realismo en los anales de
la literatura de horror” (Lovecraft, 2002, p. 51). La literatura de horror
empieza a tener presente el aspecto sicológico en sus personajes; logrando
que los temores de las personas: el
miedo a la locura, al delirio, entre otros, se vean reflejados en este tipo de
literatura.
Pulido habla sobre cómo la literatura del siglo XIX y XX ha estado bajo la influencia de
la temática del horror. Cuando se escribe teniendo como motivo el horror, se
está hablando sobre los miedos que siempre han estado presentes en la
humanidad: miedo a la enfermedad, a la muerte, a los fantasmas, a los
espectros, en fin, todo aquello a lo que no le podemos dar una explicación
lógica o nos es extraño. “Miedos que la literatura ha buscado desentrañar como
el gran alquimista de las letras. Se trata de una literatura que desarrolla el
motivo del horror que en palabras de Tzvetan Todorov pertenece a la categoría
de lo extraño, lo inexplicable.”
(Pulido, 2004, p. 2).
En el siglo XIX ya varios autores latinoamericanos se interesaban por
generar horror, a través de sus textos (Juan Montalvo, Fermín Toro, Julio
Calcaño, Cecilio Acosta, José Asunción Silva, entre otros), entre ellos el
uruguayo Horacio Quiroga (1878 – 1937), quien, durante toda su vida, tuvo una
extraña relación con hechos fatídicos: la muerte de su padre, el suicido de su
padrastro y su esposa y el asesinato no intencional de un amigo suyo; todos
estos hechos, dados en diferentes momentos de su vida, fueron configurando su
manera de pensar y crear; muchos de sus cuentos están marcados por el horror,
la tragedia y la muerte.
La técnica del horror, si bien es artificiosa y mecánica,
tiene un sentido en ese momento de la producción de Quiroga: interpreta, desde
afuera desde luego, su imagen del mundo, esa sombría y torva perspectiva de
muerte y de culpa que cada tanto lo golpea y le acentúa rasgos que, sin esos
golpes, a él mismo le habrían podido parecer incompatibles. (Jitrik, 1967, p.
21).
Quiroga reúne en el libro Cuentos de
amor de locura y de muerte (1916) varios cuentos escritos durante
diferentes épocas de su vida; entre estos “La gallina degollada”, el cual, “apareció en la revista Caras y Caretas el 10
de julio de 1909” (Rodríguez, 1967, p. 98), y es una parodia del cuento “Los
idiotas”, del escritor polaco,
nacionalizado en Inglaterra, Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski);
“Los idiotas” trata sobre la vida de una pareja de esposos que tienen cuatro
hijos que son idiotas, producto de la desesperación la madre mata a su esposo y
se suicida; en el caso del cuento “La gallina degollada”, se toman como
personajes a los idiotas y la pareja que sufre por la enfermedad de sus hijos,
pero los personajes toman otros rumbos: se narra la historia de los esposos
Mazzini y Berta, quienes tiene cuatro hijos que se convierten en idiotas, a los
18 meses, al sufrir convulsiones, producto de una meningitis. Ellos desean, con
todas sus fuerzas, tener un hijo normal y tienen a Bertita, quien no
demuestra ningún síntoma de idiotez. Al
otro día de Bertita cumplir 4 años, los padres le piden a la sirvienta que mate
una gallina para el almuerzo; los cuatro idiotas ven como la sirvienta degolla
a la gallina y como lo único que saben hacer es imitar, hacen lo mismo con su
hermanita Bertita.
En el inicio de
“La gallina degollada” se hace una descripción de los cuatro hijos
idiotas. “Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la
cabeza con la boca abierta” (Quiroga, 1909, p.64); una descripción de la
aterradora descendencia de los Mazzini-Ferraz. A pesar de que los padres de los
idiotas desean que ellos sean niños sanos, está presente en ellos la
frustración, la impotencia y la amargura de tener que soportar a unos hijos que
jamás serán capaces de desenvolverse por sí solos, lo único que saben hacer los
niños es imitar: “Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo
obtener nada más.” (Quiroga, 1909, p.66). En el momento en que nace Bertita se
hace más explícito el fastidio que genera en los padres el tener hijos tarados:
“Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a
cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo.” (Quiroga,
1909, p. 67). La madre se siente en un callejón sin salida, a pesar de que
había nacido Bertita sana, tenía presente a sus otros hijos y no podía hacer
nada para cambiarlo; ellos estaban ahí vivos, pero ; para ella eran más parecidos
a los animales que a los seres humanos: “pero la desesperanza de redención ante
las cuatro bestias que habían nacido de ellos” (Quiroga, 1909, p.66); el
sentimiento que le despertaban era una compasión cristiana, por eso ellos
decidieron cargar con ese castigo que les significaba esos hijos; los padres,
todo el tiempo, se culpaban entre ellos el porqué habían salido así sus hijos;
el padre decía que por la tisis de ella y ella
culpaba al delirio que había sufrido el padre de él.
Mazzini y Berta deseaban tener hijos para poder
consolidar una economía familiar: “A los tres meses de casados, Mazzini y Berta
orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un
porvenir mucho más vital: un hijo” (Quiroga, 2004, p.64). Pero al ser hijos idiotas no podrían lograr
esto, se da el horror como una condena por la ambición de los padres, como una
condena por utilizar a sus hijos para poder mejorar su economía familiar.
A pesar del nacimiento de su hija, Berta y Mazzini,
tienen siempre el temor de que en cualquier momento quede como sus otros hijos,
siempre que veían peligrar a Bertita salía el odio que tenían en el corazón al
pensar que por culpa de la descendencia podrida que tenían ella podría enfermar
y quedar como cualquiera de los otros engendros de sus hermanos:
No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor
indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los
rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para
que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía
afuera. (Quiroga, 2004, p. 67)
A pesar de las discusiones, la pareja se volvía a
reconciliar haciendo el amor, y tratando de entender el porqué su sangre está
maldita, tratando de entender por qué sus hijos no podían ser como los otros:
Más espectacular es “La
gallina degollada” (julio de 1909), historia del matrimonio cuyos cuatro hijos
son idiotas, y que cree superada la maldición cuando nace una niña sana; es una
historia morbosa en el sentido preciso de la palabra. Aquí se ha esmerado
Quiroga en la pintura del horror, y no en balde uno de sus críticos (el chileno
Alone) no pudo evitar el retruécano: “No me gustan esos platos fuertes.” Sin
embargo, “La gallina degollada” es algo más. En su presentación del tema hay
una visión bastante honda de los conflictos conyugales, de los súbitos
ramalazos de furia, celos y pasión erótica que hacen desgarrarse a la pareja,
atacada en el centro mismo de su pasión por la idiotez de sus hijos. (Rodríguez 1967, p.107).
Los idiotas recibían todo el tiempo malos tratos y no
solo de sus padres sino también de la sirvienta que los trata como bestias: “La
sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad.
No los lavaba casi nunca. Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco,
abandonados de toda remota caricia.” (Quiroga, 1909, p.68).
Los idiotas están
destinados a ser tratados como animales y sus padres a tener que convivir con
ellos, pero, por lo menos, los padres tiene a Bertita; la historia da un giro
en el momento en que los idiotas observan estupefactos como la empleada degolla
una gallina para el almuerzo: “Volvióse,
y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando
estupefactos la operación… Rojo… Rojo…” (Quiroga, 1909, p. 67). Al haberse
mencionado en el cuento la capacidad
imitativa de los idiotas se espera que ellos en algún momento quieran hacer lo
mismo, se va encaminando la historia hacia el trágico final.
Esos cuatros idiotas se presentan de modo trágico y
animalizado por Quiroga y destaca ya un elemento premonitorio que augura el
desenlace: su facultad imitativa y su gusto por los colores. La atracción por
el color rojo del atardecer coincide con el mismo color de la sangre de la
gallina que luego los idiotas ven al ser degollada por la sirvienta. La visión
de esa sangre genera en los cuatro niños el inconsciente deseo de asesinar a
Bertita, su hermana pequeña, cuando ésta se presenta sola en otro atardecer, y
en el mismo patio que al inicio del cuento. (Acereda, 2001, p.5).
En ese momento de la historia en que la empleada siente
que algo respira tras de ella mientras degolla la gallina y voltea a mirar
dándose cuenta de que son los idiotas quienes la observan, se va dando lugar al
suspenso, se da el tiempo de desarrollar la acción, con una descripción
detallada: “De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal,
desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo
de conservar frescura a la carne), creyó sentir algo como respiración tras
ella.” (Quiroga, 1909, p. 69).
Este manejo del suspenso se presenta en Quiroga en varios
de sus cuentos, crea una narrativa propia de él, aunque adopte técnicas de
grandes cuentistas como Poe, Maupassant, Kipling o Chéjov; Quiroga, poco a poco,
se va desligando hasta lograr una unidad temática en muchos de sus cuentos; en
el caso del horror en “El almohadón de plumas” también se presenta ese manejo
del suspenso:
En total escribe por lo menos once
cuentos de entre los cuales hay que mencionar el famoso El almohadón de plumas, uno de los más importantes de Cuentos de amor… y que lo muestra ya
como un maestro del suspenso e inclinado decididamente por el realismo. Es
cierto que este cuento tiene un elemento macabro pero está resuelto con
naturalismo y sirve, además, para proyectar sentimientos muy intensos en
Quiroga, culpas, estremecimientos de muerte que congelan el amor y hacen del
sexo un castigo. Una mujer, que ama profundamente a su marido, un ser duro y
helado, empieza a languidecer hasta que muere. El lector supone que su mal es
psíquico pero luego se descubre un bicho en la almohada lleno de sangre que le
sorbió a la enamorada. Pese a que hay rastros de Poe en el suspenso y aun en
los caracteres, el cuento muestra una nueva dimensión narrativa que tiene que
haber impresionado porque no se registra en esos años nada de mejor calidad.
(Jitrik 1967, pp. 25-26).
En el caso de “El almohadón de plumas” el esposo siente
impotencia al darse cuenta de que su esposa se pudo haber salvado, pero ya está
muerta. En “La gallina degollada” los padres también sienten impotencia por la
muerte de su hija al haber permitido que
presentara el momento indicado para que los idiotas puedan degollar a la
niña: “La sirvienta fue a Buenos Aires, y el matrimonio a pasear por las
quintas. Al bajar el sol volvieron, pero Berta quiso saludar un momento a sus
vecinas de enfrente. Su hija escapóse en seguida a casa.” (Quiroga, 2004,
p.69).
Si la madre no hubiese querido bajar a saludar a sus
vecinas, la niña no se hubiera quedado sola en la casa con los idiotas. Al
entrar Bertita a la casa, empieza a jugar en el patio donde estaban sentados
los idiotas; ella lograba mantener el equilibrio y justamente su garganta queda
sobre la cresta del cerco; esa imagen despierta sobre los idiotas el deseo de
hacer con su hermana lo mismo que hizo la empleada con la gallina y la niña
presiente lo que le va a suceder y grita:
-¡Soltáme! ¡Déjame! –gritó sacudiendo la pierna. Pero fue
atraída.
-¡Mamá! ¡Ay mamá! ¡Mamá, papá! –lloró imperiosamente.
Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. (Quiroga,
2004, p. 70).
Pero a pesar de
sus gritos desesperados nadie la escucha, nadie la puede salvar de su fatídico
final:
Mamá, ¡Ay! Ma… - No pudo gritar más. Uno de ellos le
apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la
arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había
desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
(Quiroga, 2004, p. 70).
En ese momento ya no hay nada que hacer; por más que la
niña quiera salir de ahí y salvar su vida, los idiotas la tienen bien sujeta,
la ven como una gallina, la desangran, segundo a segundo, como a la gallina. Se
presenta el horror en su máxima expresión: un final trágico, la impotencia de lo que no se hizo para
salvar a la niña y el propio dolor de la niña: “Se trata de un cuento de terror
que recoge el tema de la muerte y la fatalidad producida aquí por la locura de
cuatro niños anormales.” (Acereda, 2001, p. 5). Esta escena ha tenido múltiples
interpretaciones como, por ejemplo, la que ya se ha mencionado anteriormente
del color rojo y la del símbolo solar:
También es hábil la introducción del símbolo solar, esa
luz enceguecedora que se refleja en los rojos ladrillos del fondo; de la
codicia y hasta la gula con que los idiotas mirar en la cocina el lento
desangrarse de la gallina; de las connotaciones rituales que adquiere el
sacrificio de la hermanita. (Rodríguez, 1967, p. 107)
Berta y Mazzini aman a su hija Bertita con todas sus
fuerzas porque es la única niña sana entre sus hijos y no soportan el pensar
que algo le pueda pasar, cuando presienten que algo no andaba bien porque la
niña no responde a los llamados de su madre, se sienten aterrados: “Y el
silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le
heló de horrible presentimiento.” (Quiroga, 1909, p. 70). La niña se encuentra
sola en la casa con los cuatro idiotas y no responde; el padre entra a la
cocina y, en ese momento, la narración sigue
tornándose trágica: “-¡Mi hija, mi hija!- corrió ya desesperado hacia el
fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó
violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.” (Quiroga, 1909,
p. 70). Su grito fue de horror, porque
sentía intensamente algo espantoso: la muerte de su única hija normal, todas
las esperanzas se van al vacío, una impotencia de no haber podido cambiar ese
fatídico final y sí tener a su lado a los cuatro idiotas por los que sentía una
aversión profunda. Para la madre no fue distinto su sentimiento de
desesperanza, “Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar
sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.”
(Quiroga, 1909, p. 71). A pesar de que
el esposo trató de protegerla, evitando que entrara en la cocina, nada se pudo
hacer; todo estaba predispuesto para que ellos jamás pudieran ser felices; esa
maldición que sentían que los había invadido, con la llegada de los idiotas,
seguía persiguiéndolos, volvieron a estar ellos y los cuatro idiotas.
Este final trágico del relato lo ha logrado Quiroga
mediante una intensa colocación del argumento: el infortunio y desavenencia de
los padres que no logran tener hijos sanos y la expresa mención a la “angustia”
de esos padres tras el nacimiento de la niña: “Nació así una niña. Vivieron dos
años con la angustia a flor del alma,
esperando siempre otro desastre” (La cursiva es nuestra). Al final, cuando ya
gozan de una niña sana, la fatalidad y la locura de los cuatro idiotas acaban
matando trágicamente a la niña. (Acereda, 2001, p.5).
Como una tragedia griega en la que, desde el comienzo, se
plantea el final y no hay nada que pueda hacer el héroe para huir de este, así
ocurre con este cuento: todo tiene que estar marcado por la fatalidad para
poder ser un cuento de horror, a pesar de que en algún momento parezca que los
padres van a estar felices con Bertita, siempre el temor está presente en sus
corazones:
El final, con las notas impresionistas del piso inundado
de sangre y la madre que echa los brazos sobre la cabeza y se hunde a lo largo
del cuerpo del marido, emitiendo un ronco suspiro, revela claramente la mano
del maestro. Es un cuento cruel, obsesivo, terrible. (Rodríguez, 1967, pp.
107-108)
El horror se presenta en el cuento “La gallina
degollada”, a través del miedo que sienten constantemente los padres de Bertita
de perderla, ya que ellos desean, con todas sus fuerzas, tener hijos sanos para
poder consolidar su economía familiar; el horror está presente en ellos como
esa condena que los persigue por su ambición. Se encuentran esas fuerzas
extrañas e inexplicables que no permiten que la familia Mazzini-Ferraz logre
tener hijos sanos y cuando la tienen, la pierden y vuelven a quedar ellos y los
cuatro idiotas.
BIBLIOGRAFÍA
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Lovecraft, H. (1995). Supernatural
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Pis, G. (2000). Enfermedad y literatura en Horacio Quiroga. Asclepio: Revista de historia de la
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Pulido, J. (2004). El horror: un
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Maracaibo: Ed. Contexto.
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literatura fantástica. España: Ed. Buenos Aires.
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