viernes, 7 de julio de 2017

LO TRÁGICO EN MARÍA, DE JORGE ISAACS

Lo trágico en la novela María, (1867) de Jorge Isaacs (1837), se presenta en la separación fatal de los amantes Efraín y María; al morir María,  por una enfermedad heredada de su madre, hay un final desdichado:

La historia de María y Efraín, en su más elemental sentido anecdótico, es simplemente la historia de dos adolescentes sometidos a un destino que les es contrario y que, minuto a minuto, los lleva, por caminos que ellos no pueden prever, al encuentro con la separación final a la muerte de María. (Mejía, 1988, p. 5)

Lo trágico es una característica de algunas obras literarias, dentro de las cuales se presentan conflictos  que mueven a compasión y espanto, los personajes ya sea producto de una pasión o el destino se ven conducidos a un desenlace funesto. “A diferencia de la tragedia moderna, la griega  no abocaba forzosamente a un final desdichado.” (Bowra, 1968, p.173). María es una novela representativa del romanticismo colombiano, la melancolía y la separación de los amantes son algunas de las características propias de este movimiento que permiten encontrar en varios momentos durante la novela lo trágico: “El ideal romántico se desarrolla en la novela a partir del amor imposible de los protagonistas.” (Álvarez, 2008, p.10). Se hace necesario que los amantes se encuentren finalmente con la muerte para que se dé la tragedia, ellos deben  luchar contra el tiempo porque la muerte persigue a María desde niña. Destino y acción son los elementos que determinan que el amor de ellos se transforme en muerte:

Estas dificultades para establecerse como pareja por medio del matrimonio provienen de los misteriosos designios de un destino implacable e incomprensible: una enfermedad heredada, un diagnóstico errado, una solución equivocada a pesar de la buena fe con que la propone el padre de Efraín, todo aquello personificado en el ave negra que aparece de cuando en cuando en presagio de catástrofes y que regresa triunfal a posarse sobre la tumba de María en la última página de la novela. (Mejía, 1988, p. 5)

El Destino marca la acción, establece una líneas que acercan a los personajes a un final trágico en al caso de María. “El Destino, en forma de Rueda de la Fortuna o de Providencia participa de forma importante. Su forma de intervención es fundamentalmente a través de presagios, que preludian un final trágico.” (Conejero, 2005, p. 15). De alguna manera, Efraín y María saben que su amor no se consumará; en las primeras páginas de la novela, el narrador cuenta la fatalidad que estará presente en la obra, similar a los coros que están presentes en algunas tragedias: “ʻLo que ahí  falta tú los sabes: podrás leer hasta lo que mis  lágrimas han borradoʼ. ¡Dulce y triste misión! Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la he cumplido fielmente.” (Isaacs, 1993, p. 12). En la primera página de la novela, Efraín reitera el sentimiento fatídico y cuenta lo que ocurrirá durante los siguientes capítulos hasta finalizar la obra:

Me dormí llorando y experimenté como un vago presentimiento de muchos pesares que debía sufrir después. Estos cabellos quitados a una cabeza infantil, aquella precaución del amor contra la muerte delante de tanta vida, hicieron que durante el sueño vagase mi alma por todos los sitios donde había pasado sin comprenderlo, las horas más felices de mi existencia. (Isaacs, 1993, p. 13)

María y Efraín presienten lo que va a ocurrir durante una lectura que hacen de Atala, escrito por Chateaubriand, en el cual describe la despedida de Chactas sobre la tumba de la mujer que amó: “¡Ay, mi alma y la de María no sólo estaban conmovidas por aquella lectura: estaban abrumadas por el presentimiento!” (Isaacs, 1993, p. 35). El presentimiento nefasto se convierte en un dolor profundo en el alma de ellos, al ver un ave negra siente que les canta su desgracia, siendo esta un mal augurio para los deseos que ellos tienen de casarse y así poder consumar su amor: “No sé cuánto tiempo había pasado, cuando algo como el ala vibrante de un ave vino a rozar mi frente. Miré hacia los bosques inmediatos para seguirla: era un ave negra.”  (Isaacs, 1993, p. 37). Luego de que Efraín ve el ave siente un frío profundo en su cuarto, esa impotencia que siente un ser débil ante una fuerza superior que lo abruma sin que siquiera pueda defenderse, justo después de la presencia del pájaro, Efraín se entera por palabras que le dice su padre de que María ha empeorado en su enfermedad siendo esta una primera “coincidencia” entre la aparición del ave y el deterioro de la salud de María.

Pero esta relación, como ya lo hemos mencionado, está minada de base por una ‘fuerza mayor’ difícil de precisar y que obliga a la pareja a debatirse entre la mutua atracción y el forzado rechazo, la somete a la dialéctica de llama e insecto. (Mejía, 1988, p. 19)

Efraín y María son como una especie de héroes que luchan para poder estar juntos, llevan encima el peso de un amor que no se consolida por múltiples factores, en el caso de María, por su enfermedad: “Medía toda su desgracia: era el mismo mal de su madre, que había muerto muy joven atacada de una epilepsia incurable. Esta idea se adueñó de todo mi ser para quebrantarlo.” (Isaacs, 1993, p. 36). Y en el caso de Efraín, el tener que hacer una carrera en Europa y aceptar todo lo que sus padres le impongan hace que se aleje de María; un destino que se vuelve rígido para ellos porque no pueden romper las reglas familiares y sociales:
-Y yo tengo cosas muy tristes que decirte, continuó después de unos momentos de silencio; tan tristes, que son las causa de mi enfermedad. Tú estabas en la montaña… Mamá lo sabe todo; y yo oí que papá le decía a ella que mi madre había muerto de un mal cuyo nombre no alcancé a oír; que tú estabas destinado a hacer una bella carrera; y que yo… ¡ah, yo no sé si es cierto lo que oí…ǃ, será que no merezco que seas como eres conmigo. (Isaacs, 1993, p. 40)

En este sentido, el héroe que se representa en Efraín es aquel que aunque presienta que se avecina el fin del mundo como lo conoce (la muerte de María), lucha por lograr la realidad que él quiere (casarse y estar junto a María); no se adapta a ese nuevo entorno que le ha sido impuesto; es más fuerte el amor por sus ideales y por los valores que él ha escogido para su vida, ya que solo así encuentra un sentido para esa existencia que le ha sido arrebatada por designios superiores a él en una demostración mágica de poder:
Comprendiendo mi padre todo mi sufrimiento, se puso en pie para retirarse; mas antes de salir se acercó al lecho, y tomando el pulso de María, dijo: -Todo ha pasado. ¡Pobre niña¡ Es exactamente el mismo mal que padeció su madre. (Isaacs, 1993, p. 36)

 Un destino que busca separar a Efraín y María en el cual ellos no comprenden por qué a ellos, no se observa el autor del destino que les es dado; solo el héroe presiente lo que va a ocurrir así no lo acepte; este tipo de amor trágico también se presenta en la obra Romeo y Julieta, de William Shakespeare, en la cual mueren sus protagonistas sin poder estar juntos; en esta tragedia el coro relata lo que ocurrirá durante el texto, marcando un destino de muerte:
Dos familias de idéntico linaje; una ciudad, Verona; lugar de nuestra escena, y un odio antiguo que engendra un nuevo odio. La sangre de la ciudad mancha de sangra al ciudadano. Y aquí, desde la oscura entraña de los dos enemigos, nacieron dos amantes bajo estrella rival. Su lamentable fin, su desventura, entierra con su muerte el rencor de los padres. El caminar terrible de un amor marcado por la muerte, y esta ira incesante entre familias que sólo conseguirá extinguir, centrarán nuestra escena en las próximas horas. (Shakespeare, 1988, p. 1)

Shakespeare expresa lo que ocurre en su época a través de la tragedia isabelina, logrando entender a ese ser humano que siente horror por las calamidades y la muerte, a ese humano que se encuentra en desequilibrio entre el bien y el mal; la tragedia está en el descontrol de sus actos y de su destino, en el cual no tiene un control absoluto luchando entre la buena y la mala fortuna:
Shakespeare aparece, por el contrario, en la escena mundana; una sociedad orgullosa se reconoce en sus agigantadas figuras. El ser humano muéstrase ocupado en sus posibilidades y en sus riesgos, en su grandeza y en su pequeñez, en su humanidad  y en su satanismo, en su nobleza y en su bajeza, en su júbilo por la dicha de vivir y en su horror por las calamidades y el aniquilamiento de la vida, en su amor, en su generosidad, en su franqueza y en su odio, su estrechez y su ceguera – y todo en su plenitud: en la insolubilidad de sus problemas, en el descalabro final de sus realizaciones, sobre un fondo de ordenamientos favorables y del impasible y evidente antagonismo del bien y el mal. (Jaspers, 1960, p.19)

Romeo y Julieta se aman, pero pertenecen a dos familias que se odian y jamás permitirían que estuvieran juntos, esta intervención de las familias ayude a que se marque la tragedia al convertirse el amor en muerte; en el caso de Efraín y María  pertenecen a una familia que aunque no se oponen de una manera intransigente, sí invitan a Efraín a que espere para casarse con María ya que las emociones fuertes podrían agravar la enfermedad de María y causarle la muerte. El padre de Efraín le dice:
Tú amas a María, y hace muchos días que lo sé, como es natural. María es casi mi hija, y yo no tendría nada que observar, si tu edad y posición nos permitieran pensar en una matrimonio; pero no lo permiten; y María es muy joven. No son solamente éstos los obstáculos que se presentan; hay uno quizás insuperable, y es mi deber hablarte de él. María puede arrastrarte y arrastrarnos contigo a una desgracia lamentable de que está amenazada. El doctor Mayn se atreve casi a asegurar que ella morirá joven del mismo mal a que sucumbió su madre: lo que sufrió ayer es un síncope epiléptico, que tomando incremento en cada acceso, terminará por una epilepsia del peor carácter conocido. (Isaacs, 1993, p. 54)

Para que los protagonistas lleguen a la tragedia y se pueda cumplir el destino que se tiene pactado para ellos es necesario que las acciones de los personajes permitan que se forme la tragedia: “las acciones de los enamorados influyen en el curso de los acontecimientos” (Conejero, 2005, p. 17). Efraín actúa como un héroe moderno, no toma acciones que lo lleven a evitar la desgracia sino decide viajar a pesar de que sabe que la salud de María empeorará, él carga con el peso de su cobardía, de no haber hecho lo suficiente por mantenerla a ella viva, a pesar de los anuncios dados por el cuervo y los cantos hechos por diversos personajes, similar a lo que ocurre con Romeo:
El peso de las acciones con posible vinculación al desenlace trágico recae sobre Romeo, y se manifiesta a través de las reflexiones del fraile sobre su comportamiento; de las palabras de Julieta sobre el progreso de los acontecimientos, de sus acciones, y, sólo en una ocasión, del reconocimiento explícito por parte de Romeo. Las características de su personalidad que colaboran con las disposiciones del Destino y con la influencia negativa de la enemistad familiar son la impulsividad, que predomina sobre la razón. (Conejero, 2005, p. 17)

Efraín y Romeo son los protagonistas de la tragedia al tomar decisiones que llevan el curso de la historia a lo trágico, permitiendo así que se dé en el caso de Efraín la muerte de María y en el caso de Romeo la muerte de Julieta y la de él; Efraín carga consigo el peso de no poder casarse con María, esa ilusión que, aunque en un momento la quiera apartar de él, no puede porque el amor que siente por ella está arraigado en su alma y es correspondido por ella:
¡Primer amor!... Noble orgullo de sentirnos amados; sacrificio dulce de todo lo que antes nos era caro a favor de la mujer querida; felicidad que comprada para un día con lágrimas de toda una existencia, recibiríamos como un don de Dios; perfume para todas las horas del porvenir; luz inextinguible del pasado; flor guardada en el alma y que no es dado a los desengaños marchitarla, único tesoro que no puede arrebatarnos la envidia de los hombres; delirio delicioso… inspiración del Cielo… ¡María! ¡María! ¡Cuánto te amé! ¡Cuánto te amara! (Isaacs, 1993, p. 13)

La tragedia se desarrolla como una imposibilidad, los amantes no pueden estar juntos, ni consumar su amor porque María trae consigo un destino de muerte heredado por su madre que se agrava por la partida Efraín ya que decae el ánimo de ella al sentir que lo pierde; María por medio de un canto le anuncia a Efraín que la única manera de que ella continúe con vida es que él se quede a su lado: “Ven conmigo a vagar bajo las selvas donde las Hadas templan mi laúd; ellas me han dicho que conmigo sueñas, que me harán inmortal si me amas tú.” (Isaacs, 1993, p. 83). Efraín tiene claro que María lo ama y que cuando él se vaya, ella caerá enferma, pero él decide viajar a Europa y esperar a casarse con ella a su llegada; él sabe que ella puede morir durante ese tiempo y toma la decisión de alejarse; Tiburcio le reitera la importancia de no esperar para consolidar el amor con María: “Al tiempo le pido tiempo y el tiempo tiempo me da, y el mismo tiempo me dice que él me desengañará.” (Isaacs, 1993, p. 201). Anuncios dentro de la obra por medio de cantos de lo que sucederá, no hay escape de ese destino.

Durante la novela hay un juego tortuoso de acercar y alejar a los amantes; por momentos sienten que podrán estar juntos para siempre y en otros que ya no será así: “¡Mañana, mágica palabra la noche que se nos ha dicho que somos amados! Sus miradas, al encontrarse con las mías, no tendrían ya nada que ocultarme; ella se embellecería para felicidad y orgullo mío.” (Isaacs, 1993, p. 32). Esa constante entre amor y muerte hace trágico la historia al igual que en Romeo y Julieta; ellos desean que su vida sea el amor, pero el destino les tiene esperada la muerte; Efraín recibe las cartas de María en las cuales le solicita que regrese al Valle del Cauca cuanto antes para que ella no muera: “La noticia de tu regreso ha bastado para volverme las fuerzas… Yo no puedo morirme y dejarte solo para siempre.” (Isaacs, 1993, p. 225) Pero por más que Efraín corre y no descanse durante todo su viaje no logra llegar, para encontrar viva a su amada y todo su mundo es transformado en un infierno:
Púseme en pie para colgarla de la cruz y volví a abrazarme del pie de ella para darle a María y a su sepulcro un último adiós. Había yo montado y Braulio estrechaba en sus manos una de las mías, cuando el revuelo de una ave que al pasar sobre nuestras cabezas dio un graznido siniestro y conocido para mí, interrumpió nuestra despedida; la vi volar hasta la cruz de hierro, y posada ya en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su espantoso canto. Estremecido, partí a galope por en medio de la pampa solitaria, cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche. (Isaacs, 1993, p. 250)

María termina con un “equilibrio trágico”, con el cual se concluye con lo esperado, durante toda la obra se está mostrando lo que va a ocurrir a través de diversas manifestaciones (los cantos de los personajes, el ave negra); el destino y el accionar de los personajes hacen que la historia llegue a un final trágico permitiendo así que con la muerte de María se logre ese equilibrio que se espera en la obra, esa muerte que se sabe va a ocurrir, esa separación eterna de los amantes Efraín y María.
















BIBLIOGRAFÍA

Álvarez, L. (2008). Las caras del héroe en María, de Jorge Isaacs. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander.
Berlín, I. (1983). Prólogo: El espíritu de los románticos europeos. Londres: Constable y Co.
Bowra, C. (1966). Introducción a la literatura griega. Madrid: Ediciones Guadarrama.
Isaacs, J. (1993). María. Bogotá D.C.: Panamericana Editorial Ltda.
Jaspers, K. (1960). Esencia y formas de lo trágico. Buenos aires: Editorial Sur, S.R.L.
Martínez, C. (1998). Las trasfiguraciones del héroe mítico en la última escala del Tramp Steamer. Bucaramanga: Universidad Industrial  de Santander.
Mejía, G. (1988).  Prólogo: María. Caracas: Editorial Ex Libris, calle El Buen Pastor, Boleíta Norte.
Shakespeare, W. (2005). Romeo y Julieta. Madrid: Fundación instituto Shakespeare.
Schenk, H. (1983). El espíritu de los románticos europeos. Londres: Constable y Co.







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