Lo trágico en la novela María, (1867)
de Jorge Isaacs (1837), se presenta en la separación fatal de los amantes
Efraín y María; al morir María, por una
enfermedad heredada de su madre, hay un final desdichado:
La historia de María y Efraín, en su más elemental
sentido anecdótico, es simplemente la historia de dos adolescentes sometidos a
un destino que les es contrario y que, minuto a minuto, los lleva, por caminos
que ellos no pueden prever, al encuentro con la separación final a la muerte de
María. (Mejía, 1988, p. 5)
Lo trágico es una característica de algunas obras literarias, dentro de las
cuales se presentan conflictos que
mueven a compasión y espanto, los personajes ya sea producto de una pasión o el
destino se ven conducidos a un desenlace funesto. “A diferencia de la tragedia
moderna, la griega no abocaba
forzosamente a un final desdichado.” (Bowra, 1968, p.173). María es una novela representativa del romanticismo colombiano, la
melancolía y la separación de los amantes son algunas de las características
propias de este movimiento que permiten encontrar en varios momentos durante la
novela lo trágico: “El ideal romántico se desarrolla en la novela a partir del amor
imposible de los protagonistas.” (Álvarez, 2008, p.10). Se hace necesario que
los amantes se encuentren finalmente con la muerte para que se dé la tragedia,
ellos deben luchar contra el tiempo
porque la muerte persigue a María desde niña. Destino y acción son los
elementos que determinan que el amor de ellos se transforme en muerte:
Estas dificultades para establecerse como pareja por
medio del matrimonio provienen de los misteriosos designios de un destino
implacable e incomprensible: una enfermedad heredada, un diagnóstico errado,
una solución equivocada a pesar de la buena fe con que la propone el padre de
Efraín, todo aquello personificado en el ave negra que aparece de cuando en
cuando en presagio de catástrofes y que regresa triunfal a posarse sobre la
tumba de María en la última página de la novela. (Mejía, 1988, p. 5)
El Destino marca la acción, establece una líneas que acercan a los
personajes a un final trágico en al caso de María.
“El Destino, en forma de Rueda de la
Fortuna o de Providencia participa de forma importante. Su forma de
intervención es fundamentalmente a través de presagios, que preludian un final
trágico.” (Conejero, 2005, p. 15). De alguna manera, Efraín y María saben que
su amor no se consumará; en las primeras páginas de la novela, el narrador
cuenta la fatalidad que estará presente en la obra, similar a los coros que
están presentes en algunas tragedias: “ʻLo que ahí falta tú los sabes: podrás leer hasta lo que
mis lágrimas han borradoʼ. ¡Dulce y
triste misión! Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese
llanto me probará que la he cumplido fielmente.” (Isaacs, 1993, p. 12). En la
primera página de la novela, Efraín reitera el sentimiento fatídico y cuenta lo
que ocurrirá durante los siguientes capítulos hasta finalizar la obra:
Me dormí llorando y experimenté como un vago
presentimiento de muchos pesares que debía sufrir después. Estos cabellos
quitados a una cabeza infantil, aquella precaución del amor contra la muerte
delante de tanta vida, hicieron que durante el sueño vagase mi alma por todos
los sitios donde había pasado sin comprenderlo, las horas más felices de mi
existencia. (Isaacs, 1993, p. 13)
María y Efraín presienten lo que va a ocurrir durante una lectura que hacen
de Atala, escrito por Chateaubriand,
en el cual describe la despedida de Chactas sobre la tumba de la mujer que amó:
“¡Ay, mi alma y la de María no sólo estaban conmovidas por aquella lectura:
estaban abrumadas por el presentimiento!” (Isaacs, 1993, p. 35). El
presentimiento nefasto se convierte en un dolor profundo en el alma de ellos,
al ver un ave negra siente que les canta su desgracia, siendo esta un mal
augurio para los deseos que ellos tienen de casarse y así poder consumar su
amor: “No sé cuánto tiempo había pasado, cuando algo como el ala vibrante de un
ave vino a rozar mi frente. Miré hacia los bosques inmediatos para seguirla:
era un ave negra.” (Isaacs, 1993, p. 37).
Luego de que Efraín ve el ave siente un frío profundo en su cuarto, esa
impotencia que siente un ser débil ante una fuerza superior que lo abruma sin
que siquiera pueda defenderse, justo después de la presencia del pájaro, Efraín
se entera por palabras que le dice su padre de que María ha empeorado en su
enfermedad siendo esta una primera “coincidencia” entre la aparición del ave y
el deterioro de la salud de María.
Pero esta relación, como ya lo hemos mencionado, está
minada de base por una ‘fuerza mayor’ difícil de precisar y que obliga a la
pareja a debatirse entre la mutua atracción y el forzado rechazo, la somete a
la dialéctica de llama e insecto. (Mejía, 1988, p. 19)
Efraín y María son como una especie de héroes que luchan para poder estar
juntos, llevan encima el peso de un amor que no se consolida por múltiples
factores, en el caso de María, por su enfermedad: “Medía toda su desgracia: era
el mismo mal de su madre, que había muerto muy joven atacada de una epilepsia
incurable. Esta idea se adueñó de todo mi ser para quebrantarlo.” (Isaacs,
1993, p. 36). Y en el caso de Efraín, el tener que hacer una carrera en Europa
y aceptar todo lo que sus padres le impongan hace que se aleje de María; un
destino que se vuelve rígido para ellos porque no pueden romper las reglas
familiares y sociales:
-Y yo tengo cosas muy tristes que decirte, continuó
después de unos momentos de silencio; tan tristes, que son las causa de mi enfermedad.
Tú estabas en la montaña… Mamá lo sabe todo; y yo oí que papá le decía a ella
que mi madre había muerto de un mal cuyo nombre no alcancé a oír; que tú
estabas destinado a hacer una bella carrera; y que yo… ¡ah, yo no sé si es
cierto lo que oí…ǃ, será que no merezco que seas como eres conmigo. (Isaacs,
1993, p. 40)
En este sentido, el héroe que se representa en Efraín es aquel que aunque
presienta que se avecina el fin del mundo como lo conoce (la muerte de María),
lucha por lograr la realidad que él quiere (casarse y estar junto a María); no
se adapta a ese nuevo entorno que le ha sido impuesto; es más fuerte el amor
por sus ideales y por los valores que él ha escogido para su vida, ya que solo
así encuentra un sentido para esa existencia que le ha sido arrebatada por
designios superiores a él en una demostración mágica de poder:
Comprendiendo mi padre todo mi sufrimiento, se puso en
pie para retirarse; mas antes de salir se acercó al lecho, y tomando el pulso
de María, dijo: -Todo ha pasado. ¡Pobre niña¡ Es exactamente el mismo mal que
padeció su madre. (Isaacs, 1993, p. 36)
Un destino que busca separar a
Efraín y María en el cual ellos no comprenden por qué a ellos, no se observa el
autor del destino que les es dado; solo el héroe presiente lo que va a ocurrir
así no lo acepte; este tipo de amor trágico también se presenta en la obra Romeo y Julieta, de William Shakespeare,
en la cual mueren sus protagonistas sin poder estar juntos; en esta tragedia el
coro relata lo que ocurrirá durante el texto, marcando un destino de muerte:
Dos familias de idéntico linaje; una ciudad, Verona;
lugar de nuestra escena, y un odio antiguo que engendra un nuevo odio. La
sangre de la ciudad mancha de sangra al ciudadano. Y aquí, desde la oscura
entraña de los dos enemigos, nacieron dos amantes bajo estrella rival. Su
lamentable fin, su desventura, entierra con su muerte el rencor de los padres.
El caminar terrible de un amor marcado por la muerte, y esta ira incesante
entre familias que sólo conseguirá extinguir, centrarán nuestra escena en las
próximas horas. (Shakespeare, 1988, p. 1)
Shakespeare expresa lo que ocurre en su época a través de la tragedia
isabelina, logrando entender a ese ser humano que siente horror por las
calamidades y la muerte, a ese humano que se encuentra en desequilibrio entre
el bien y el mal; la tragedia está en el descontrol de sus actos y de su
destino, en el cual no tiene un control absoluto luchando entre la buena y la
mala fortuna:
Shakespeare aparece, por el contrario, en la escena
mundana; una sociedad orgullosa se reconoce en sus agigantadas figuras. El ser
humano muéstrase ocupado en sus posibilidades y en sus riesgos, en su grandeza
y en su pequeñez, en su humanidad y en
su satanismo, en su nobleza y en su bajeza, en su júbilo por la dicha de vivir
y en su horror por las calamidades y el aniquilamiento de la vida, en su amor,
en su generosidad, en su franqueza y en su odio, su estrechez y su ceguera – y
todo en su plenitud: en la insolubilidad de sus problemas, en el descalabro final
de sus realizaciones, sobre un fondo de ordenamientos favorables y del
impasible y evidente antagonismo del bien y el mal. (Jaspers, 1960, p.19)
Romeo y Julieta se aman, pero pertenecen a dos familias que se odian y
jamás permitirían que estuvieran juntos, esta intervención de las familias
ayude a que se marque la tragedia al convertirse el amor en muerte; en el caso
de Efraín y María pertenecen a una
familia que aunque no se oponen de una manera intransigente, sí invitan a
Efraín a que espere para casarse con María ya que las emociones fuertes podrían
agravar la enfermedad de María y causarle la muerte. El padre de Efraín le
dice:
Tú amas a María, y hace muchos días que lo sé, como es
natural. María es casi mi hija, y yo no tendría nada que observar, si tu edad y
posición nos permitieran pensar en una matrimonio; pero no lo permiten; y María
es muy joven. No son solamente éstos los obstáculos que se presentan; hay uno
quizás insuperable, y es mi deber hablarte de él. María puede arrastrarte y
arrastrarnos contigo a una desgracia lamentable de que está amenazada. El
doctor Mayn se atreve casi a asegurar que ella morirá joven del mismo mal a que
sucumbió su madre: lo que sufrió ayer es un síncope epiléptico, que tomando
incremento en cada acceso, terminará por una epilepsia del peor carácter
conocido. (Isaacs, 1993, p. 54)
Para que los protagonistas lleguen a la tragedia y se pueda cumplir el
destino que se tiene pactado para ellos es necesario que las acciones de los
personajes permitan que se forme la tragedia: “las acciones de los enamorados
influyen en el curso de los acontecimientos” (Conejero, 2005, p. 17). Efraín
actúa como un héroe moderno, no toma acciones que lo lleven a evitar la
desgracia sino decide viajar a pesar de que sabe que la salud de María
empeorará, él carga con el peso de su cobardía, de no haber hecho lo suficiente
por mantenerla a ella viva, a pesar de los anuncios dados por el cuervo y los
cantos hechos por diversos personajes, similar a lo que ocurre con Romeo:
El peso de las acciones con posible vinculación al
desenlace trágico recae sobre Romeo, y se manifiesta a través de las
reflexiones del fraile sobre su comportamiento; de las palabras de Julieta
sobre el progreso de los acontecimientos, de sus acciones, y, sólo en una ocasión,
del reconocimiento explícito por parte de Romeo. Las características de su
personalidad que colaboran con las disposiciones del Destino y con la
influencia negativa de la enemistad familiar son la impulsividad, que predomina
sobre la razón. (Conejero, 2005, p. 17)
Efraín y Romeo son los protagonistas de la tragedia al tomar decisiones que
llevan el curso de la historia a lo trágico, permitiendo así que se dé en el
caso de Efraín la muerte de María y en el caso de Romeo la muerte de Julieta y
la de él; Efraín carga consigo el peso de no poder casarse con María, esa
ilusión que, aunque en un momento la quiera apartar de él, no puede porque el
amor que siente por ella está arraigado en su alma y es correspondido por ella:
¡Primer amor!... Noble orgullo de sentirnos amados;
sacrificio dulce de todo lo que antes nos era caro a favor de la mujer querida;
felicidad que comprada para un día con lágrimas de toda una existencia,
recibiríamos como un don de Dios; perfume para todas las horas del porvenir;
luz inextinguible del pasado; flor guardada en el alma y que no es dado a los
desengaños marchitarla, único tesoro que no puede arrebatarnos la envidia de
los hombres; delirio delicioso… inspiración del Cielo… ¡María! ¡María! ¡Cuánto
te amé! ¡Cuánto te amara! (Isaacs, 1993, p. 13)
La tragedia se desarrolla como una imposibilidad, los amantes no pueden
estar juntos, ni consumar su amor porque María trae consigo un destino de
muerte heredado por su madre que se agrava por la partida Efraín ya que decae
el ánimo de ella al sentir que lo pierde; María por medio de un canto le
anuncia a Efraín que la única manera de que ella continúe con vida es que él se
quede a su lado: “Ven conmigo a vagar bajo las selvas donde las Hadas templan
mi laúd; ellas me han dicho que conmigo sueñas, que me harán inmortal si me
amas tú.” (Isaacs, 1993, p. 83). Efraín tiene claro que María lo ama y que
cuando él se vaya, ella caerá enferma, pero él decide viajar a Europa y esperar
a casarse con ella a su llegada; él sabe que ella puede morir durante ese
tiempo y toma la decisión de alejarse; Tiburcio le reitera la importancia de no
esperar para consolidar el amor con María: “Al tiempo le pido tiempo y el
tiempo tiempo me da, y el mismo tiempo me dice que él me desengañará.” (Isaacs,
1993, p. 201). Anuncios dentro de la obra por medio de cantos de lo que
sucederá, no hay escape de ese destino.
Durante la novela hay un juego tortuoso de acercar y alejar a los amantes;
por momentos sienten que podrán estar juntos para siempre y en otros que ya no
será así: “¡Mañana, mágica palabra la noche que se nos ha dicho que somos
amados! Sus miradas, al encontrarse con las mías, no tendrían ya nada que
ocultarme; ella se embellecería para felicidad y orgullo mío.” (Isaacs, 1993,
p. 32). Esa constante entre amor y muerte hace trágico la historia al igual que
en Romeo y Julieta; ellos desean que
su vida sea el amor, pero el destino les tiene esperada la muerte; Efraín
recibe las cartas de María en las cuales le solicita que regrese al Valle del
Cauca cuanto antes para que ella no muera: “La noticia de tu regreso ha bastado
para volverme las fuerzas… Yo no puedo morirme y dejarte solo para siempre.”
(Isaacs, 1993, p. 225) Pero por más que Efraín corre y no descanse durante todo
su viaje no logra llegar, para encontrar viva a su amada y todo su mundo es
transformado en un infierno:
Púseme en pie para colgarla de la cruz y volví a
abrazarme del pie de ella para darle a María y a su sepulcro un último adiós.
Había yo montado y Braulio estrechaba en sus manos una de las mías, cuando el
revuelo de una ave que al pasar sobre nuestras cabezas dio un graznido
siniestro y conocido para mí, interrumpió nuestra despedida; la vi volar hasta
la cruz de hierro, y posada ya en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su
espantoso canto. Estremecido, partí a galope por en medio de la pampa
solitaria, cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche. (Isaacs, 1993, p. 250)
María termina con un “equilibrio trágico”, con el cual se
concluye con lo esperado, durante toda la obra se está mostrando lo que va a
ocurrir a través de diversas manifestaciones (los cantos de los personajes, el
ave negra); el destino y el accionar de los personajes hacen que la historia
llegue a un final trágico permitiendo así que con la muerte de María se logre
ese equilibrio que se espera en la obra, esa muerte que se sabe va a ocurrir,
esa separación eterna de los amantes Efraín y María.
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez, L. (2008). Las caras del
héroe en María, de Jorge Isaacs. Bucaramanga: Universidad Industrial de
Santander.
Berlín, I. (1983). Prólogo: El
espíritu de los románticos europeos. Londres: Constable y Co.
Bowra, C. (1966). Introducción a la
literatura griega. Madrid: Ediciones Guadarrama.
Isaacs, J. (1993). María. Bogotá
D.C.: Panamericana Editorial Ltda.
Jaspers, K. (1960). Esencia y formas
de lo trágico. Buenos aires: Editorial Sur, S.R.L.
Martínez, C. (1998). Las
trasfiguraciones del héroe mítico en la última escala del Tramp Steamer. Bucaramanga:
Universidad Industrial de Santander.
Mejía, G. (1988). Prólogo: María. Caracas: Editorial Ex Libris, calle El Buen Pastor, Boleíta
Norte.
Shakespeare, W. (2005). Romeo y
Julieta. Madrid: Fundación instituto Shakespeare.
Schenk, H. (1983). El espíritu de los
románticos europeos. Londres: Constable y Co.
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