La ironía permite decir las cosas sin hacerlo de una manera directa; se
recurre a la ironía en discursos políticos, por ejemplo, cuando no se quiere
mencionar directamente un tema que pueda generar problemas, pero se deja muy
claro el mensaje dicho: “La doble posibilidad argumentativa que presenta el
fenómeno irónico, lo convierte en una estrategia comunicativa altamente
comunicativa y socialmente poderosa.” (Crespo Lajara, 2008, p.86) Cuando
alguien se refiere a otra persona y lo elogia delante de los demás, pero esos
otros saben que en realidad se refiere a una burla, para poder entender la
ironía se hace necesario tener conocimiento sobre lo que realmente se quiere
decir. En el caso de la literatura se presenta también ese carácter social para
ridiculizar a alguien en específico:
En la literatura muchas veces se persigue la ridiculización de un grupo o
de una tendencia con ánimo de mover a la risa, aunque sea cruel. Muchas veces
el autor literario intenta crear en el lector un efecto humorístico con el fin
de concienciarlo de un problema o hacerlo consciente de una realidad a través
del humor y la ironía. (Villarrubia Zúñiga, 2010, p. 34)
El humor y la ironía exigen conocimientos acerca de la historia o el
contexto en el cual se desarrollan, para lograr comprender la realidad que se
está intentando mostrar. Para poder interpretar la ironía en un texto es
necesario hacer un salto del nivel superficial del texto a un nivel un poco más
profundo; en el Diccionario de retórica,
crítica y terminología literaria definen la ironía como:
La ironía consiste en decir algo de tal manera que se entienda o se
continúa de forma distinta a la que las palabras primeras parecen indicar: el
lector, por tanto, debe efectuar una manipulación semántica que le permita
descifrar correctamente el mensaje, ayudado bien por el contexto, bien por una
peculiar entonación del discurso. (Marchese y Forradellas, 1998, p. 221)
Al utilizar la ironía en un texto se hace necesario que, tanto el autor
como el lector, descifren prácticamente dos mensajes, lo que se dice en una
primera leída o se puede interpretar de manera ingenua y a lo que se puede
llegar con un análisis más profundo y teniendo en cuenta el contexto. Graciela
Reyes dice al respecto:
No miente ni finge mentir, sino que hace dos afirmaciones a la vez, la
literal y la que ha de sobreentenderse; la literal la atribuye a un lector que
ya identificaremos, y a ésa le yuxtapone la propia, no formulada. (Villarrubia
Zúñiga, 2010, p. 30)
El poeta Luis Palés Matos (1898 – 1959) se interesa por lo que ocurre en
las Antillas, por lo que sucede con la raza negra que es esclavizada una y otra
vez por los blancos. Se le considera como el iniciador del negrismo en las
Antillas hispánicas. Cuando llegaron los europeos a colonizar América trajeron
consigo esclavos negros, de ahí que Suramérica posea múltiples culturas y
razas. En el caso de Haití, de donde provinieron la mayoría de esclavos, fueron
colonizados por los franceses y muchos de ellos adquirieron costumbres
francesas. La ironía permite crear en el lector un concepto sobre lo que se le
muestra, concienciarlo de un problema:
Sólo la ironía hace posible esta deconstrucción del modelo colonizador
europeo. Ironía que anima todo un programa poético en los dos pórticos del Tuntún,
leído en clave irónica, voltea al revés los epítetos con que Europa ha disminuido
secularmente a la raza negra, vaciándolos de su carga negativa para exaltarlos
como fuerzas vitales. Así, la danza, el ritmo, el sexo y la inmersión en la
naturaleza y la magia se convierten en la poesía palesiana en elementos que
potencian a la raza negra, y a cuya carencia se debe precisamente el deterioro
del mundo blanco. (López – Baralt, 1960,
p.5)
Para poder entender el porqué un puertorriqueño escribe sobre el hombre
negro, se debe entender un poco la historia de
este país. Durante la colonización de las Antillas, por los europeos,
los indios fueron masacrados y quedaban muy pocos de ellos; muchas de las
labores del campo no las querían hacer los blancos, por lo tanto, decidieron
traer esclavos negros del África para que hicieran las labores más pesadas,
pero las condiciones de estos esclavos eran diferentes a los del resto de
esclavos en América; afirma el Dr. Díaz Soler:
Por haber sido Puerto Rico una tierra pobre, no pudieron sus habitantes
hacerse de grandes contingentes de esclavos; lo contrario ocurría en colonias
de mayor desarrollo. Por el hecho de que fueran relativamente pocos los
esclavos ligados al régimen de la tierra, los hacendados se vieron obligados a
ofrecerles el mejor trato que las circunstancias permitían, a fin de
conservarlos físicamente capacitados para las labores del campo. En otras
palabras, la escasez de brazos esclavos vino a convertir al africano que vivía
en Puerto Rico en un instrumento de trabajo de estimable valor. (Labarthe,
1962, p.2)
Palés Matos escribe dentro de un ambiente de maltratos físicos y
humillaciones hacia los negros, tal vez no con el mismo nivel de violencia que
recibían los otros esclavos de América, pero seguían siendo esclavos; escribe
en sus poemas sobre lo ridículo que es el sentimiento europeo de superioridad hacia las
otras razas, tomando así posesión de la vida de miles de negros e indígena;
también ironiza sobre ese sentir de algunos negros que fueron esclavizados y
luego lograron tener algún puesto “importante” y desean ser europeos o adquirir
esa cultura como si fuera indigno ser latino o africano.
Tuntún de pasa y grifería, (1925– 1937) de Luis Palés Matos, se considera uno de
los textos más importantes de la poesía antillana sobre la raza negra. Según
Alessandra Privitera: Palés ha amalgamado principalmente su saber libresco
sobre la geografía, la fauna, la flora y los rituales africanos, logrando
transmitir ritmos musicales y demás expresiones culturales en su escritura
(Privitera, s.f., p.1). Dentro de este
texto se encuentra el poema “Elegía del duque de la mermelada”:
ELEGIA
DEL DUQUE DE LA MERMELADA
¡Oh mi
fino, mi melado Duque de la mermelada!
¿Dónde
están tus caimanes en el lejano aduar del Pongo,
y la
sombra azul y redonda de tus baobabs africanos,
y tus
quince mujeres olorosas a selva y a fango?
Ya no
comerás el suculento asado de niño,
ni el
mono familiar, a la siesta, te matará los piojos,
ni tu ojo
dulce rastreará el paso de la jirafa afeminada
a través
del silencio plano y caliente de las sabanas.
Se acabaron
tus noches con su suelta cabellera de fogatas
y su
gotear soñoliento y perenne de tamboriles,
en cuyo
fondo te ibas hundiendo como un lodo tibio
hasta
llegar a las márgenes últimas de tu gran bisabuelo.
Ahora, en
el molde vistoso de tu casaca francesa,
pasas
azucarado de saludos como un cortesano cualquiera,
a
despecho de tus pies que desde sus botas ducales
te
gritan: -Babilongo, súbete por las cornisas del palacio-.
¡Qué
gentil va mi Duque con la Madama de Cafolé,
todo
afelpado y pulcro en la onda azul de los violines,
conteniendo
las manos que desde sus guantes de aristócrata
le
gritan: -Babilongo, derríbala sobre ese canapé de rosa!-
Desde las
márgenes últimas de tu gran bisabuelo,
a través
del silencio plano y caliente de las sabanas,
¿por qué
lloran tus caimanes en el lejano aduar del Pongo,
¡oh mi
fino, mi melado Duque de la Mermelada!?
El título del poema muestra la ironía con la que se anhela a este duque,
con una elegía, la cual se escribe para lamentar algo que se pierde; en este caso,
se pierde al duque de la mermelada. Este genial duque existió durante la
presidencia de Faustin I. “Faustin Elie Soulouque fue general y político. A la
edad de 62 años fue elegido presidente; dos años después, en 1849, se proclamó
emperador, con el nombre de Faustin I” (Tabori, 1961, p.8). Este rey de raza
negra quería imitar el modelo francés de los reyes así que tuvo muchos condes,
virreyes y todo lo que lo hiciera parecerse al rey de Francia, a cada miembro
de su nobleza le entregaba tierras:
Era bien sabido que a la nobleza de Francia, a la que tanto se imitaba,
tomaba su nombre de las propiedades que ocupaba, por lo cual se consideró
aconsejable que la nueva aristocracia negra se denominará según la propiedad de
cada uno. Así, el nuevo propietario de una fábrica de jaleas se enorgullecía de
que lo llamaran duque de la Mermelada. (Tabori, 1961, p. 10)
El deseo de los haitianos por ser franceses llevaba a que se viera ficticia
su nobleza; la ironía comienza desde el título, el lamento que se hace al perder
al duque de la Mermelada, a un ser que se llama de acuerdo a los estándares
franceses, pero termina siendo el duque de una comida; se utiliza la ironía
para mostrar lo ridículo que es el adquirir otra cultura que no es la propia.
En el primer verso se describe a un duque fino y melado, cualidad primera
propia de los europeos que desean ser finos y cualidad segunda propia de la
mermelada que es dulce o melada.
Este deseo del negro de ser francés se contrasta con su propia realidad al
plantearle una pregunta en los versos 2 al 4: ¿qué pasa señor duque con sus
caimanes cuando vivía en chozas o aduares en el Pongo, qué pasa con sus baobabs
o árboles del África tropical, qué pasa con sus quince negritas? ¿Dónde dejaste
tu raza africana, la cambiaste por ser francés? Durante la segunda estrofa se
juega con el efecto contrario, el cómo desear ser de otra cultura lleva a
denigrar de la propia, diciendo que antes cuando él era africano comía niño y
tenía piojos, manera de decir precisamente lo contrario, de ver cómo se acepta
la satanización europea de una raza para darle espacio a poner a la otra de
modelo.
En la tercera estrofa se muestra que, el darle la espalda a su raza, hace
que ese duque se despida de la libertad para siempre, de tener su suelta
cabellera de fogatas y sus tambores, y, por el contrario, se hunda en el fango
de su deslealtad hasta que se encuentre de frente con su verdadera raza, con su
bisabuelo. Ironía que continúa en la cuarta estrofa, hablando de sus azucarados
saludos al igual que el dulce que posee la mermelada. Otra manera de
ridiculizar se da en la quinta estrofa al transformar el francés en español,
llamando a la esposa del duque Madama de Cafolé y mostrando cómo se ha cambiado
la tierra, los tambores, la libertad africana por la pulcritud, los violines y
los guantes europeos. En la última estrofa se mantiene el mensaje que se ha
querido dar durante todo el poema, recordándole al duque de la Mermelada su
raza y mostrando lo ridículo que es el renegar la cultura propia para querer ser
algo o alguien que simplemente no se es.
La ironía con que se presenta al hombre europeo también se manifiesta en el
poema “Lagarto verde”, “que en Puerto Rico evoca la frase “¡Lagarto sea”!, con
que popularmente se pretende exorcizar el maleficio de la sola mención de la
palabra serpiente.” (López - Baralt,
1960, p.17)
LAGARTO VERDE
El
Condesito de la Limonada,
juguetón,
pequeñín… Una monada
rodando,
pequeñín y juguetón,
por los
salones de Cristobalón.
Su alegre
rostro de tití
a todos
dice: -Sí.
-Sí,
Madame Cafolé, Monsieur Haití,
por allí,
por aquí.
Mientras
los aristócratas macacos
pasan
armados de cocomacacos
solemnemente
negros de nobleza,
el Conde,
pequeñín y juguetón,
es un
fluido de delicadeza
que llena
de finuras el salón.
-Sí,
Madame Cafolé, Monsieur Haití,
por allí,
por aquí-.
Vedle en
el rigodón,
miradle
en el minué…
Nadie en
la corte de Cristobalón
lleva con
tanta gracia el casacón
ni con
tanto donaire mueve el pie.
Su
fórmula social es: ¡oh, pardón!
Su
palabra elegante: ¡volupté!
¡Ah, pero
ante Su Alteza
jamás
oséis decir lagarto verde,
pues
perdiendo al instante la cabeza
todo el
fino aristócrata se pierde!
Y allá va
el Conde de la Limonada,
con la
roja casaca alborotada
y la
fiera quijada
rígida en
epiléptica tensión…
Allá va,
entre grotescos ademanes,
multiplicando
los orangutantes
en los
espejos de Cristobalón.
Dentro de la corte del rey
Cristophe, el primer rey negro de Haití y del cual Faustino I copió su
modelo de nobleza, había un Conde de la Limonada, el cual, se presenta en el
poema como un niño, porque es todo juguetón y pequeñín: “El blanco le habla al
negro de “negrito”, es decir, lo trata como a un niño, lo que supone la
autoridad del blanco como adulto.” (Privitera, s.f., p.2) Esta manera irónica
de referirse al Conde de la Limonada se reitera con otros adjetivos tiene un
rostro de tití y no tiene personalidad porque a todos les dice: “Sí”; cuando se
refiere a todos, lo hace hacia los franceses, las Madame y los Monsieur. Se
habla de los salones de Cristobalón: “Pero de entrada el poeta también parodia
a Cristophe, nombrándolo con el aumentativo despectivo de Cristobalón” (López –
Baralt, 1960, p.17).
En la segunda estrofa se da una relación entre los aristócratas y los micos
macacos, los cuales, se arman con cocomacacos, una especie de arma hecha de
cocos especialmente para ellos; lo cual contrasta con lo que ellos buscan que
es la nobleza, la delicadeza y la finura.
En la tercera estrofa se hace énfasis en que a quien quiere imitar el
“Condesito de la limonada”, es a los franceses, utilizando Monsieur y Madame,
hablando del minué, recordando que su fórmula social es: ¡oh, pardón! Y su
palabra elegante: ¡Voluptè!: “Avanzando por la segunda y tercera estrofas, se
perfila otro comportamiento característico del sujeto inferiorizado por la
acción estigmatizadora de la sociedad europea (francesa en este caso): la
“hipercorrección” en el empleo del idioma del conquistador. El ser conquistado
por alguien en una guerra hace que quienes fueron sometidos sientan que son
inferiores por no haber podido hacer nada para liberarse; se busca parecerse a
quien hace daño, a quien “ganó”; a veces la lógica funciona muy al estilo
animal, el más fuerte es a quien todos siguen, aunque ese fuerte lo haya
logrado de manera sucia, gracias a las armas. Lo primero que se busca para
someter a alguien es que denigre de sí mismo, que se sienta inferior y admire
al otro, a quien lo somete.
La burla del colonizador otorga cuerpo a la presión externa. En palabras de
Fanon: Si este amigo está sumergido hasta tal punto en el deseo de ser blanco
es porque vive en una sociedad que hace posible su complejo de inferioridad,
una sociedad que extrae su consistencia del mantenimiento de este complejo, una
sociedad que afirma la superioridad de una raza. (Privitera, s.f., p. 4)
En la cuarta y última estrofa ocurre un cambio en el poema, ya no se
muestra tranquilo el duque, ni dulce, ni juguetón; cuando se da cuenta o
escucha la palabra lagarto verde, que hace referencia a la serpiente, a la
traición. El Condesito no se puede mentir a sí mismo mucho tiempo, no puede
sostener el ser francés porque simplemente no lo es, por eso pierde la cabeza,
su casaca se le alborota, su quijada es fiera, se pone rígido y en tensión,
hace grotescos ademanes y se parece a un orangután.
Al esfuerzo obstinado del colonizado por superar el desprecio, a su
sumisión admirativa, su aplicada preocupación por confundirse con el
colonizador, por vestirse como él, por hablar,
conducirse como él hasta en sus tics y su manera de hacer la corte, el
colonizador opone un segundo deprecio: la burla, dirá que el colonizado no es
sino un mono. (Privitera, S.f., p.4)
En los dos poemas se ve, de manera clara, la intención irónica del autor;
tanto en “Elegía del duque de la mermelada”, como en “Lagarto verde”, se
expresa un deseo constante de ridiculizar dos aspectos: el primero, el poder
del blanco, que se siente superior al negro y el segundo, el deseo del negro de
ser como el blanco, a pesar de que ha sido sometido y maltratado. Este deseo de
concienciar o mostrar lo ridícula que es la colonización no solo física, sino
también mental está presente en su poesía, especialmente en su “Tuntún de pasa
y grifería”, deseando mostrar la cultura antillana como una manera de
reivindicar esa cultura. Resaltar el sentir de cada raza, la importancia de
sentirse orgulloso de lo que se es y mostrar lo incorrecto de ser otra persona,
cuando se adoptan otras maneras de hablar, de actuar o de vestir, no solo se
está imitando a otra cultura, sino también se está dando la espalda a la
propia, negando el derecho que toda persona tiene a la libre expresión y, por
ende, a crear sus costumbres de acuerdo a la realidad en la que se vive, ya que
la manera de ver y hacer la vida depende de las vivencias de cada persona.
BIBLIOGRAFÍA
Crespo, V. (2008). Las claves
argumentativas de la ironía. Alicante: Universidad de Alicante.
González, J. (1986). La evolución
poética de Luis Palés Matos. Anales de
literatura hispanoamericana (15). Madrid: Editorial Universidad
Complutense.
Labarthe, p. (1962). La poesía
afro-antillana: Luis Palés-Matos. Illinois Wesleyan University.
López – Baralt, M. (1960). La
biblioteca negra de Palés: Hacia una parodia de la etnografía. Umbral.
Marchese, A y Forradellas, J. (1998). Diccionario
de retórica, crítica y terminología literaria. España: Editorial Ariel,
S.A.
Privitera, Alessandra. (s.f.). La
representación del “deseo de ser blanco” en los poemas de “Lagarto verde” y
“Elegía del duque de la mermelada” de Luis Palés Matos. Universidad
Nacional de Rosario.
Tabori, P. (1961). Historia de la
estupidez humana. Buenos Aires: Editorial Dédalo.
Villarrubia, M. (2010). La ironía y el humor a través de la literatura. Una
dimensión de la pragmática cognitiva en la enseñanza del ELE. Revista de didáctica ELE, 10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario